domingo, 2 de febrero de 2020

"Contempló sus oscuros ojos rasgados, su sonrisa pícara... Hacía tiempo que su rostro se llenaba de pequeñas arrugas cuando sonreía. Ella se le acercó lenta e insinuante, le rodeó el cuello con sus brazos desnudos y le atrajo hacia sí, besándole en la boca y apretándose contra su cuerpo musculoso. Él se dejó hacer. Le pareció más bella que nunca. La abrazó con fuerza sintiendo su cuerpo entre los brazos, abarcando sensualmente con sus manos el talle de su amada. Besó sus cabellos olorosos y brillantes, sus rizos rebeldes, tanto como ella, aspirando profundamente su aroma peculiar; olía a humo y a espliego, igual que siempre".

Ecos de Bardulia - El brazalete dorado

Juan R. Moya